sábado, 3 de marzo de 2007

FORO DE LOS JÓVENES DE LA SOCIEDAD CIVIL GUINEANA

Declaración Nº 7
* Felicitándose por la nominación, este lunes 26 de febrero de 2007, de un Primer Ministro de Consenso, jefe de gobierno.
* Presentando nuestras más tristes condolencias a todas aquellas familias que han perdido a sus próximos durante los dolorosos acontecimientos de enero y febrero de 2007.
* Agradeciendo y felicitando a la CEDEAO, la ONU, las representaciones diplomáticas en Guinea, las Organizaciones Humanitarias en Guinea, los guineanos del exterior, los sindicalistas, la sociedad civil mundial, los medias privados guineanos y los medias internacionales, a todas las buenas voluntades y especialmente a la juventud guineana del interior y del exterior.
* Garantizando al Primer Ministro, el apoyo de la juventud guineana, protagonista de este proceso de cambio en Guinea:
Nosotros, jóvenes de la sociedad civil guineana, exigimos del nuevo Primer Ministro:
* El respeto escrupuloso de su agenda de compromiso y la estricta aplicación del protocolo de acuerdo, firmado el 27 de enero de 2007 entre los sindicatos, las instituciones republicanas y el patronato.
* Que ningún antiguo ministro del actual régimen figure en el nuevo gobierno debido a su parte de responsabilidad en la actual crisis y a su falta de patriotismo.
* Que tanto él como todos los miembros del próximo gobierno declaren pública y oficialmente sus bienes antes de asumir sus funciones.
* La renovación del cuerpo diplomático de Guinea en el extranjero para prestigiar la imagen de la Nación.
* La creación de una Comisión Electoral independiente encargada de gestionar todo el proceso electoral y la celebración de elecciones legislativas libres y transparentes en el mes de junio de 2007.
* Una buena representación de los jóvenes en el seno del nuevo gobierno, de la administración y del cuerpo diplomático guineano.
* La persecución judicial de los autores, sus valedores y cómplices de la violación de los derechos humanos en relación con la huelga de junio de 2006 a febrero de 2007.
* La toma en consideración eficaz y la indemnización a todas las víctimas de los acontecimientos ligados a la huelga.
Hacemos una seria llamada:
* Al Consejo Nacional de las Organizaciones de la Sociedad Civil Guineana (CNOSCG) a fin de que vele por la realización efectiva de estas exigencias.
* A todas las buenas voluntades para que contribuyan material y financieramente, junto al Consejo Nacional de las Organizaciones de la Sociedad Civil Guineana (CNOSCG), a la reconstrucción de los edificios públicos dañados durante los movimientos ligados a la huelga.
* A toda la juventud guineana para que permanezca vigilante y se constituya en una fuerza de propuestas y acciones destinada a velar porque el proceso de cambio iniciado sea irreversible.
Viva la juventud por una nueva Guinea libre, democrática y próspera!
Conakry, 27 de febrero de 2007
LA COORDINADORA
fjscguinee@yahoo.fr

POESÍA DE AGRICULTORES / PROSA DE INGENIEROS

Por Juan Montero Gómez
Tomo prestado de Jean Paul Sartre el título de este artículo y lo hago porque en el concluye una argumentación necesaria. No sé si seré capaz de empezar a transmitirla pues, en sí misma, es materia de varios artículos, ahora bien, se trata de una argumentación esencial para entender el profundo abismo que desde el comienzo, desde antes incluso del encuentro, ha separado al Blanco del Negro, en definitiva al colono del indígena.
No quiero que se me malinterprete; mostrando esta profunda incomprensión no pretendo parecer equidistante, no trato en ningún caso de justificar la atrocidad desplegada por el Blanco, el occidental, a lo largo de siglos de dominación de los pueblos indígenas. Más bien pretendo rastrear en el origen de esa incomprensión que coincide en el tiempo con el origen del capitalismo. Pretendo indagar en la educación de esas mentes antes del encuentro, antes de la fractura. Mucho antes de entrar en contacto esas mentes habían sido educadas en dos formas opuestas de relación con el mundo, con el entorno. Eran dos modos de estar en el mundo profundamente incompatibles, dos filosofías de la existencia que en nada se parecían. Una, como el tiempo posterior se encargó de demostrar de forma cruel y devastadora, estaba destinada a dominar, la otra a ser dominada, rebajada, negada, esclavizada. El hecho de que la visión blanca del mundo estuviese destinada a dominar nada tiene que ver con un juicio de valor, nada tiene que ver con una mayor objetividad en el sentido de una mayor adecuación a una supuesta verdad que nunca ha existido. Nada tiene que ver tampoco con una superior cualificación por relación a las culturas indígenas. No hemos sido ni mejores ni más auténticos, sólo hemos sido y somos insoportablemente intervencionistas. A lo largo de quinientos años de capitalismo hemos generado una tecno-economía que hoy amenaza con destruir el planeta. Durante todo este tiempo no hemos dejado de intervenir y transformar nuestro entorno. Desde nuestro eurocentrismo qua ya hoy sería más apropiado calificar de blancocentrismo, sin escuchar para nada las voces de otras culturas, hemos generado una tecno-economía voraz que está consumiendo el planeta. Hoy asistimos, entre otros muchos males, a una extinción de especies, inducida en buena parte por el consumo humano, equiparable a las dos grandes extinciones planetarias anteriores, dicho burdamente: el Blanco no sabe estarse quieto. Su actividad ha cosificado al resto de los pueblos, robándoles su humanidad e intentando aniquilar sus culturas, ha doblegado al planeta poniéndolo a su servicio, ha establecido con el mundo la única relación que es capaz de generar: una relación de dominio, de superior a inferior, de sujeto a objeto, de colono a indígena, de amo a esclavo… y ha despreciado cualquier otra forma de hacer las cosas, cualquier otra forma de relacionarse con el entorno. Incapaz de alteridad, el Blanco sólo ha sabido, en su relación con el otro, proyectarse a sí mismo.
Pues bien, cuando Sartre en su magnífico prólogo a la primera edición de la “Antología de la nueva poesía negra y malgache” de Léopold Sédar Senghor, titulado “Orfeo negro”, desarrolla la argumentación que concluye en el título de este artículo, lo hace partiendo de unos versos, centrales por cuanto dan origen al trascendental concepto de la Negritud, de uno de los mayores poetas negros de todos los tiempos: Aimé Césaire.
Césaire en su poemario “Cuaderno de vuelta al país natal” –título que supone un retorno, una indagación en los orígenes de lo negro, una labor de minero que pretende rescatar de las entrañas de lo negro su esencia aniquilada para devolvérsela así a su portadora única: la humanidad negra- dice entre otras muchas certezas:
“… Mi negritud no es una piedra, su silencio estrellado contra el clamor del día
Mi negritud no es un charco de agua muerta sobre el ojo muerto de la tierra
Mi negritud no es ni una torre ni una catedral
Ella se hunde en la roja carne del suelo
Ella se hunde en la carne ardiente del cielo
Ella quiebra el oscuro abatimiento de su probada paciencia
¡Bravo por el Árbol Real!
¡Bravo por aquellos que nunca inventaron nada!
Por aquellos que nunca exploraron nada
Por aquellos que nunca domaron nada
Pero se abandonan, embriagados, a la esencia de cada cosa
Ignorantes de las superficies pero envueltos en el movimiento de cualquier cosa
Despreocupados de someter, pero jugando el juego del mundo
Auténticos hijos mayores del mundo
Abiertos a todos los suspiros del mundo…
…¡Carne de la carne del mundo, pálpito del movimiento mismo del mundo!...”

La Negritud, como bien dice Sartre, es aquí una declaración de principios: no se trata de tomar en sus manos y transformar los bienes de este mundo, se trata de existir en mitad del mundo*. La relación con el universo, continúa diciendo Sartre, sigue siendo una relación de apropiación, pero no se trata de una apropiación técnica, digamos intervencionista, para el Blanco sin embargo poseer es siempre sinónimo de transformar*. La relación técnica con la Naturaleza nos la muestra como cantidad pura y dura, como materia ajena, exterior, siempre disponible para su utilización a nuestro servicio y antojo. La Naturaleza se desnaturaliza, vacía, hueca, muerta. Negando esa relación técnica con la Naturaleza, el Negro le devuelve la vida. Según Sartre como si, en la pareja “hombre-naturaleza”, la pasividad de uno de los términos conllevara necesariamente la actividad del otro.
Y añade Sartre que la acción del Negro es en principio acción sobre sí, imitación activa de la pasividad. El Negro se yergue y se inmoviliza como un encantador de pájaros y las cosas vienen a posarse sobre las ramas de este árbol falso. Se trata sin duda de una captación del mundo, pero de una captación mágica, a través del silencio y del reposo. Yo añadiría también lo contrario, a través del ritmo, pero de eso habla también Sartre más adelante en este prólogo magnífico cuando dice que el ritmo es la temporalidad de la existencia negra. Ahora sin embargo insiste en el contraste cuando afirma que el Blanco, actuando sobre la Naturaleza, sometiendo a la Naturaleza, se pierde perdiéndola, mientras que el Negro actuando en primer lugar sobre sí mismo pretende ganar la Naturaleza ganándose, en definitiva integrándose en ella, en sus movimientos y en su esencia.
De los instrumentos, dice, el Blanco lo sabe todo, pero tan sólo araña la superficie de las cosas, ignora la duración, la vida. La negritud, por el contrario, sostiene Sastre, es una comprehensión por simpatía: el secreto del Negro –tal vez hoy ampliable a todos los pueblos indígenas por su marginalidad y su proximidad a lo terreno- es que las fuentes de su existencia y las raíces del ser son idénticas*.
Y concluye: “Si quisiéramos darle una interpretación social a esta metafísica, diríamos que una poesía de agricultores se opone aquí a una prosa de ingenieros”.
En esta misma línea argumental el pensador, ensayista y psiquiatra negroantillano Frantz Fanon, en el excelente capítulo quinto de su libro “Piel negra, máscaras blancas”, titulado “La experiencia vivida del negro”, nos enfrenta en primer lugar al terrible momento del encuentro, para posteriormente ir desarrollando la dramática diferencia. Con respecto al encuentro nos dice Fanon: “… Los negros, de un día para otro, han tenido dos sistemas de referencia por relación a los cuales les ha sido obligado pronunciarse. Su metafísica, o menos pretenciosamente sus costumbres y las instancias a las que ellas remitían, fueron abolidas porque entraban en contradicción con una civilización* que ignoraban y les era impuesta…”
Al igual que Sartre, Fanon recurre a los escritores y poetas negros para sostener sus reflexiones e indagar en la diferencia. Así, frente a la consideración del Negro como atrasado, simple, salvaje y libre en sus manifestaciones, concluye: “… El cuerpo para nosotros (negros)* no se encuentra en oposición a lo que vosotros (blancos)* llamáis espíritu. Nosotros estamos en el mundo*. ¡Viva la pareja Hombre-Tierra!...¡Yo me caso con el mundo!. ¡Soy el mundo!*. El Blanco nunca comprendió esta sustitución mágica. El Blanco quiere el mundo; lo quiere sólo para él. Se descubre como el dueño predestinado de este mundo. Él lo esclaviza. Establece entre el mundo y él una relación apropiadora*. Pero existen valores que tan sólo se acomodan a mi esencia. En clave mágica, yo robo al Blanco “un cierto mundo”, para él y los suyos perdido… Y es que, bajo el mundo objetivo de tierras y plataneras o heveas, yo había establecido con delicadeza el auténtico mundo. La esencia del mundo era mi bien*. Entre el mundo y yo se establecía una relación de coexistencia. Había reencontrado el Uno primordial*…”.
El Blanco, instalado en su confusión padece, según Fanon, la penosa sensación de que el Negro se le escapa llevándose algo con él. El Blanco busca y rebusca por todos los rincones del cuerpo del Negro. No encuentra nada que no sea conocido y sin embargo algo se le escapa pues es evidente que el Negro posee un secreto*. Le interroga y el Negro, vuelto hacia él con aire misterioso, murmura:
“Tokowaly, tío mío, recuerdas las noches de antaño
Cuando mi cabeza se apoyaba en tu paciente espalda o cuando
Cogiéndome por la mano tu mano me guiaba a través de tinieblas y signos…
…El silencio alrededor…
…El tam-tam velado, respiración lejana de la noche…
Tu Tokowaly, tu escuchas lo inaudible, y me explicas lo que dicen los ancestros en la marina serenidad de las constelaciones…
… Noche de África, mi negra noche, mística y clara, negra y brillante.” (1)

El Blanco desconcertado responde al Negro con avaricia: “…En una sociedad como la nuestra, industrializada al extremo, científica y técnica, no hay lugar para vuestra sensibilidad. Hay que endurecerse para que se nos permita vivir. No se trata de jugar el juego del mundo, sino de someterlo a golpes de integrales y de átomos*. Por supuesto –continúa diciendo el Blanco- de cuando en cuando, al sentirnos cansados de la vida en nuestros rascacielos, recurriremos a vosotros como a nuestros niños… vírgenes… sorprendidos… espontáneos. Iremos hacia vosotros como hacia la infancia del mundo. Sois tan auténticos en vuestra vida, tan divertidos. Abandonaremos por unos instantes nuestra civilización ceremoniosa y brillante y nos inclinaremos sobre vuestras cabezas, sobre estas caras adorablemente expresivas. En cierto sentido, nos reconciliáis con nosotros mismos…”
Es el prosista respondiendo al poeta, el ingeniero frente al agricultor, el Blanco ante el Negro. Es en parte la historia del Colono frente al Indígena, del Imperio frente a sus súbditos. Una historia de poder… una historia de dominación. Es, en definitiva, la crónica de dos modos antagónicos de entender el mundo, dos lecturas opuestas de la existencia de las que tal vez, con suerte, lo mejor que podamos esperar es que algún día estén condenadas a entenderse y con-fundirse.

(1) (Senghor, “Cantos de sombra” Editions du Seuil, 1945)
* Los destacados y añadidos son míos.